Un hombre cualquiera tiene la
innata capacidad de toparse con humanas extraordinarias y mujeres
inconfundibles entre la puerta del perdón y los paisajes bercianos.
Los nexos de unión pueden
propiciar aleadas fusiones por compatibilidad automática, sin premeditación ni
alevosía. El caso más empático con esta afirmación se produjo, en plena
Comarca, cuando una peculiar noche de los castillos, organizada por la soñadora
en pijama, sirvió de escenario para conocer a la fílmica norteña. Y sin más, el
tiempo retuvo lo vivido en la mente y en el sentimiento como si nunca nos hubiéramos
desconocido.
Sus pasionales opiniones percuten
en tu perspectiva, como las mazas sobre el parche, seguras y constantes mientras
remueve, tranquilamente, el británico té a la hora del desayuno literario. Y,
además, toda ella viste sólo con su
elegante presencia sobre el agnóstico altar de sus tacones y, con su leído
verbo cinéfilo - literario, propicia interesantes tertulias con ingenieros de la
pluma y omnívoros artistas de la vida.
Y así un hombre cualquiera aprovecha
su potencial facultad para atrapar la femenina y selecta lucidez que caracteriza
a lo inconfundible de las extraordinarias.
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